Trastornos de la ansiedad
Los niños muy pequeños pueden orinarse en la cama después de haber aprendido a ir al baño, olvidarse de cómo hablar o no poder hacerlo. También pueden representar la experiencia traumática en sus juegos.

Los niños y los adolescentes son muy sensibles ante las experiencias traumáticas que pueden crear trastornos de la ansiedad. Pueden reaccionar con los mismos síntomas fisiológicos y cognitivos que los adultos, pero es posible que manifiesten su estrés de forma diferente.
Son frecuentes la dificultad para respirar, pensamientos circulares, quejas somáticas (dolores de cabeza, de estómago, en las articulaciones,), visión catastrofista, temblores, hormigueos, problemas de sueño, pérdida de apetito…También pueden sentirse culpables por no haber evitado lesiones o muertes y tener pensamientos de venganza.
Otro síntoma es aferrarse de forma inusual o exagerada a sus padres o a un adulto con el que se sientan seguros, tartamudear, tener tics, … Los niños más mayores y los adolescentes, por su parte suelen mostrar síntomas de trastornos de la ansiedad más parecidos a los que presentan los adultos. También pueden tener conductas disruptivas, irrespetuosas o destructivas.
Ansiedad por separación
La ansiedad por separación es común en niños a partir de un año, donde sienten un temor intenso a separarse de sus padres o cuidadores principales.
Esto se manifiesta con llantos y rabietas prolongados al momento de las despedidas y negándose a quedarse con otras personas. Aunque es normal en el desarrollo infantil, puede ser incómodo y preocupante para los padres que no saben cómo manejar esta conducta.
Buscar ayuda profesional para entender la situación del niño y aprender las estrategias adecuadas para ayudarlo es eficaz para resolver la situación rápidamente y evitar más sufrimiento.
La ansiedad de separación puede ser indicativa de un trastorno de ansiedad más profundo si interfiere con las actividades normales del niño y es especialmente intensa. Si aparece repentinamente en un niño mayor, puede ser un síntoma visible de otros problemas ocultos, como el acoso escolar o el abuso sexual. Si el niño muestra otros síntomas, como dificultad para conciliar el sueño o pérdida de apetito, es importante investigar la situación lo antes posible.